Por Ana Teresa Toro / ana.toro@elnuevodia.com
Tan importantes son sus raíces puertorriqueñas que a la hora de escoger el tatuaje temporero que se diseñaría para su personaje, insistió en que tuviese alguna referencia taína. De manera que el boxeador Kid Rizzo -personaje que interpreta el puertorriqueño Luis Salgado- llevará en su espalda un sol taíno, en su brazo derecho una cruz con el nombre de la madre del intérprete y, en el izquierdo, los nombres de su esposa y su bebé.
Y es que para Luis Salgado cada oportunidad que se presenta en el circuito artístico neoyorquino es un espacio adicional para abrir un poco más el espectro con relación al lugar de los latinos en Broadway, sin duda, una de las plazas más importantes en el mundo del espectáculo a nivel global.
Por estas fechas el actor, coreógrafo, bailarín y productor puertorriqueño se encuentra inmerso en el nuevo musical de Broadway, Rocky, como parte del elenco. Salgado interpreta a Kid Rizzo, un boxeador que entrena en el mismo gimnasio que Rocky Balboa y durante la gran pelea es uno de los hombres que están en la esquina del boxeador, cuya historia ficticia de superación conmovió a través del cine a generaciones de fanáticos. A esto suma su participación activa como parte del cuerpo de baile y del proyecto en general. Actualmente se encuentran en la fase de funciones previas (previews) y el estreno formal está pautado para el 13 de marzo próximo.
El actor hizo una breve pausa en el ajetreado itinerario de ensayos, en los que a diario van ajustando detalles a partir de la recepción del público, para conversar en exclusiva con El Nuevo Día de cara al estreno.
“Esta es mi parte favorita. Amo el arte, quiero morirme haciendo esto y el hecho de poder ver el desarrollo de la obra, los cambios, es un lujo que lamentablemente dentro del teatro latino no siempre podemos tener porque necesitas un dinero para poder correr algo así”, explica el actor con relación a este periodo de prueba en el que ensayan a diario de 12:00 del mediodía a 5:00 p.m. y luego hacen una función de preestreno. Y aunque es agotador, Salgado está feliz y entusiasmado sobre todo por su conexión personal con el personaje y con la historia.
“Es un poco loco porque yo fui boxeador, del lado de mi papá todos eran boxeadores. Les decían ‘los chirros’ pues eran conocidos porque noqueaban por el corazón, con el golpe al pecho. Entrenaba en el gimnasio en Vega Alta y llegué a hacer peleas amateur en carteleras en Bayamón”, cuenta el actor quien entrenó entre los 15 y 17 años.
El boxeo le gustaba y mucho, pero un buen día se presentó a bailar con el ojo un tanto morado a uno de los espectáculos de Jaileen Cintrón; talento que cultivó simultáneamente. “Ella me dijo: ‘tienes que escoger, o bailas o boxeas’ y yo me dije, ‘piruetas hago todas las que haga falta porque esas no duelen tanto’. Además en el fondo yo no tenía el corazón”.
La vida, con sus giros extraños, se ha encargado de traerlo a un lugar donde se juntan dos de sus pasiones. Y es que, aunque pudiera sonar que son dos mundos totalmente antagónicos: el teatro musical y el boxeo, a juicio del actor todo termina cuajando y corriendo con fluidez.
“Estoy muy contento y doy gracias a Dios por las experiencias que me permite vivir. Mis cuatro obras en Broadway han sido cosas originales que me tocan directamente. En Mambo Kings me identificaba como bailarín, luego con In The Heights era mi patria, mi sueño, mi gente, mi historia y cuando estuve en Women on the Verge of a Nervous Breakdown era contar una historia que venía de Almodóvar y que, de alguna manera, aporta algo que tiene que ver con mi raíz y ahora con Rocky son mis dos pasiones”, destaca el bailarín para quien, particularmente, con In The Heights y el éxito que tuvo, se amplió cada vez más la brecha del lugar que ocupan los latinos en Broadway más allá de los estereotipos.
“Cada cierto tiempo vuelve otra vez ese ideal del latino heat, como si los latinos acabáramos de llegar a Broadway y la verdad es que hemos estado hace mucho. Pienso en José Ferrer, Raúl Juliá, Rita Moreno… Creo que con esa obra se cambió la percepción. Celebro que no teníamos cuchillos en la mano, drogas, nadie mataba a nadie. Antes nos encerrábamos en Bernardo (personaje icónico de West Side Story) que aunque es una historia hermosa, termina con el cuchillo en la mano. The Capeman también fue maravillosa de muchas maneras pero era a su vez una historia que capitalizaba en un aspecto negativo de nuestra comunidad”, analiza el artista quien además es muy activo en instituciones como Viva Broadway y Revolución Latina a través de las cuales continúa abriendo espacios de visibilidad para los latinos en el mundo del espectáculo estadounidense tanto como artistas como público que consume este producto cultural.
A esa labor suma la de productor, director y coreógrafo de espectáculos dentro y fuera de los Estados Unidos. En fin, su agenda está felizmente cargada de proyectos, pero sobre todo de historias por contar desde el cuerpo, el gesto y la voz.